Asociaciones malignas

15 Jul

Por: Livio Ramírez

Asociación es la acción de dar a uno por compañero o persona que le ayude. Es la concordia y buena correspondencia entre personas; es también amistad en algunas ocasiones. Es importante mencionar que existen asociaciones malignas o benignas.

Livio Ramírez foto/ suministrada
Livio Ramírez
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Las asociaciones malignas traen como resultado la apostasía, como le sucedió a Salomón por asociarse con mujeres extranjeras; la vergüenza de los padres por los hijos que se asocian con borrachos o delincuentes; la corrupción cuando una persona se asocia con otras cuyas conversaciones corrompen las buenas costumbres, y la negación o traición, como le sucedió a Pedro cuando luego del arresto de Jesús, negó su relación con Él. Por eso el Proverbista aconseja: No entres por la vereda de los impíos, ni vayas por el camino de los malos. (Pr. 4:14)

Por otro lado, la asociación de buena compañía es esencial porque todo ser humano necesita el consuelo y la ayuda de otra persona. Ese fue el plan de Dios desde el principio, cuando creó a la mujer, porque para Dios no era bueno que el hombre estuviera solo. La buena compañía trae como resultado el que uno levante al otro si cae, y se ayuden y se consuelen mutuamente. La buena compañía trae también sabiduría como reconoce el Proverbista cuando dice: El que anda con sabios, sabio será; más el que se junta con necios será quebrantado. (Pr. 13:20) Lamentablemente, a muchos necios (como el Proverbista, los llama) no les interesa aprender lo que el Señor les ha enseñado.

La asociación con el Señor te brinda la justicia que nadie te puede dar; el descanso físico y emocional que tu cuerpo y tu alma necesitan; el amor eterno que llenará el vacío de tu corazón; la paz que sobrepasa todo entendimiento; el consuelo en los momentos de dolor; el valor para enfrentarte a tus enemigos; la fortaleza en los momentos de prueba y angustia; la sabiduría para dirigir cada uno de tus pasos, y la seguridad de que si eres fiel a Dios, Él honrará tu fidelidad. Y esa compañía está garantizada hasta el final.

Él prometió: He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin el mundo (Mt. 28:20) La koinonía entre hermanos es necesaria para ministrarnos unos a otros, y recibir toda la unción del Espíritu Santo de Dios. El salmista David declara: ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! Porque allí envía el Señor bendición y vida eterna. (Sal. 133:1, 3) Esto lo confirma el Señor cuando dice: Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt. 18:20)