Brillar

08 Apr

Por: Gina Delucca
Escritora Invitada

El cucubano y la culebra. Prefiero llamarles así, en vez de la luciérnaga y la serpiente. Protagonizan una fábula que según me informan es anónima. Resulta que en un mismo jardín vivían el cucubano y la culebra. La culebra de repente empezó a perseguir al cucubano para comérselo. El cucubano  esquivó la culebra volando alto y lejos por todo un día, luego otro día, hasta un tercer día. Ya para entonces el cucubano estaba cansado y se le ocurrió hacerle preguntas inductivas a la culebra. ¿Te he hecho algún daño? La culebra contestó que no. ¿Soy parte de tu cadena alimenticia? En realidad tampoco, le dijo la culebra. ¿Tanta hambre tienes? La culebra le dijo que no, que ya había comido. Entonces, dijo el cucubano, ¿por qué me quieres comer? La culebra, muy franca, le admitió la verdadera razón: porque brillas.

Gina Delucca (Foto/Suministrada)
Gina Delucca (Foto/Suministrada)

El cucubano no se mete con nadie. Vive su vida. Su luminiscencia es parte se su instinto de reproducción. La culebra está confinada al arrastre, pero luce su belleza y su majestuosidad. Tiene su vida, su ambiente, sus compañeras culebras. Claramente, la culebra no tiene nada lógico que envidiarle al cucubano, pero lo envidia.

En palabras simples, hay gente que le molesta que otros brillen. ¿Y qué es brillar? Es sobresalir académicamente, es destacarse en el empleo, es tener talento artístico, es saberse vestir bien, es ser amistoso, es conocer mucha gente o que mucha gente te conozca, es tener un matrimonio feliz, es tener una familia bonita, es saber bastante de una materia, es ser seguro y sin complejos… Es todo lo que te hace destacarte, aunque ni siquiera te des cuenta.

Hay envidias y hay envidias. Envidiar abiertamente a alguien puede ser un halago, una muestra de admiración y hasta de cariño. Eso es envidiar sanamente, sin consecuencias serias. Todos hemos envidiado de esa manera.

Pero el envidioso callado, escurridizo, malicioso, ese es el peligroso. Se siente amenazado por la simple presencia de alguien que brille. Puede ser por inseguridades, complejos, o que siente que su territorio social fue invadido. Si el otro brilla y yo no brillo, eso no es justo, piensa. A lo mejor el envidioso brilla por luz propia, pero su baja autoestima le hace creer que él (o ella) tiene que ser el único que brille, sin enfrentar competencia.

Puede que el envidioso esté en negación de lo que siente y entonces recurrainconscientemente a la agresividad pasiva. Es una frustración de no ser como el otro, un coraje con la vida, una rabia que se cocina a fuego lento en el alma y el producto final es una envidia “light”. Para mí, esos son los peores envidiosos.

Dice un refrán popular: Vive tu vida y deja a otros vivir la suya. Yo le doy un giro: Deja que los otros brillen y busca tú tu propio brillo.

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