Opinión: Cogí pon con un mafioso

09 Mar

Juan José Díaz Díaz
Especial para Presencia

A principios de la década de los 90, en un día de esos en que el sol estaba bravo de verdad, yo salía a pies desde la barriada Cuba Libre en Corozal, camino a Loma Linda. No era demasiado lejos, pero el sol, como dije antes, estaba prendío en candela. Entonces, a los pocos minutos de comenzar mi caminata, se detiene esta persona muy amable, en un carro deportivo como muy pocos podían tener en aquel entonces, y me ofrece pon.

Juan José Díaz Díaz. (Foto/Suministrada)

Yo sabía, como todo el mundo en mi pueblo, que el tipo era un tirador, una persona que vivía de actividades ilegales… un mafioso. Aun así, me monté con él, y con una alegría increíble, porque ya no tendría que caminar más. Llegué a mi destino sin problemas, le di las gracias, y me despedí. Al día siguiente, desconocidos interceptaron a esta persona, y lo asesinaron a tiros.

Entonces, cabe preguntarse; ¿yo sabía que era un mafioso? Sí. ¿Sabía que era peligroso andar con él? Bueno, tal vez. Recuerden que en ese entonces yo era “un chamaquito”. Lo que sí les puedo asegurar, es que yo sí sabía, sin lugar a dudas, que era un mafioso, pero, aun así, me monté con él. Ahora, ¿por qué lo hice? Sencillo; porque siempre que hubiera un beneficio para mí, lo que hiciera este individuo a nivel criminal, no era mi problema.

Así como yo cogí pon con un mafioso, sabiendo de quién se trataba, son muchos los puertorriqueños y puertorriqueñas que han caído en el error –a mi juicio- de mirar solo la parte “buena” de ciertas personas, y obviar la parte negativa, aun cuando saben que esa segunda existe o, por lo menos, tienen serias sospechas.

Veamos el caso del alcalde de Guaynabo, Héctor O’Neill García, por ejemplo.

Nadie discute que O’Neill ha sido un extraordinario alcalde. Por eso continúa recibiendo el apoyo de tanta gente, para continuar dirigiendo los destinos de su pueblo. Sin embargo, no conozco una sola persona, de Guaynabo o no, que no pensara o sospechara que el alcalde tenía serios problemas, como los que han ido saliendo a la luz pública. Para nadie parece haber sido sorpresa los casos de hostigamiento sexual, persecución, maltrato laboral e institucional en Guaynabo City, por parte de él y de otros allegados. Aun así, votaron por él.

Así podemos dar muchos ejemplos más, como cuando votamos por Jorge de Castro Font, aun después de haber sido arrestado por los federales, por alegados actos de corrupción. Nuevamente, todos sabíamos, o por lo menos sospechábamos que el legislador estaba cometiendo actos ilegales. Sin embargo, vimos solo lo positivo en el aspecto político, y le dimos nuestra confianza.

De hecho, ese mismo año, cientos de miles de populares también le dieron el voto a Aníbal Acevedo Vilá, a pesar de estar pendiente para un juicio por corrupción en la corte federal.

Mi mensaje es sencillo: el tiempo de coger pon con un mafioso, de actuar como ‘chamaquitos’, ya pasó.