El desasosiego y la pobreza

14 Oct

Víctor Corcoba Herrero, escritor
corcoba@telefonica.net

Sin horizontes claros, el ser humano se derrumba. Más allá del desarrollo de los pueblos, muchas veces nos invade un tremendo abatimiento que nos deja, ya no solo sin verbo, también sin nervio para eximir el corazón de tanto desasosiego. Fruto de este ambiente de incertidumbre, los mismos jóvenes, que cuentan con más información que nunca, sin embargo aparecen perdidos, totalmente distraídos, con apenas nulas referencias y pocos referentes. Por una parte buscan, a toda costa, independencia y autonomía, y por otra, como amparo, tienden a ser dependientes del momento, sin otra aspiración que sentirse bien, aunque el ambiente mercadee con ellos.

Víctor Corcoba Herrero, escritor. (Foto/Suministrada)
Víctor Corcoba Herrero, escritor. (Foto/Suministrada)

Este adoctrinamiento cultural de lo más absurdo, de la falta de sentido común y de la condición esperpénticamente infernal de la vida humana, nos está volviendo inhumanos como jamás. Y lo peor, es que las expectativas son verdaderamente frustrantes, pues lo irracional y el odio de muchos moradores es tan fuerte, que va a resultar difícil poder escapar de este trágico devenir.

Resulta indigno que todavía se pretendan implantar sistemas o ideologías que conllevan violencia, que perturban sistemáticamente el equilibrio social con medios subversivos, cuando la paz es el bien más preciado a conquistar”.

Sin duda, hoy más que nunca, precisamos una renovada energía vital, sobre todo para reaccionar frente a tantos sueños truncados por un poder usurero, que hace tiempo nos ha destrozado nuestro propio pensamiento, nuestra propia razón de existir en libertad.

Resulta indigno que todavía se pretendan implantar sistemas o ideologías que conllevan violencia, que perturban sistemáticamente el equilibrio social con medios subversivos, cuando la paz es el bien más preciado a conquistar, que es también supremacía de la verdad y de la justicia, o sea del amor social, algo que nos armoniza entre las personas, las familias y las instituciones. Es, bajo este lazo de verdadera concordia, como se puede poner fin a la pobreza y a la discriminación. A este respecto, nos alegra que Naciones Unidas haya pensado en esta construcción de futuro, sustentada por la vía de eliminar la pobreza en todas sus formas y, a la vez, sostenible en la medida del empeño que pongamos en la donación.

La motivación, el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza (17 de octubre), una onomástica que ha de comprometernos a cada ciudadano, sin obviar a ninguno, cada cual eso si con sus responsabilidades, para que el planeta mejore armónicamente, tanto en prosperidad como en equidad.  Nuestro objetivo, por propia humanidad, ha de concebirse como un bienestar para todos, universalizado, y no únicamente para unos pocos privilegiados, que encima son avarientos.

Debemos, por lo tanto, proseguir en la búsqueda de soluciones frente a esta globalización del desasosiego y de la desesperación en la que subsisten multitud de personas a las que se les niega, por principio, el acceso a los servicios sociales, la seguridad económica, el trabajo decente y la protección social. Esta es la triste situación de millones de ciudadanos que continúan viviendo en la pobreza, sin derecho a nada.

Por otra parte, como apuntan las Organizaciones Internacionales, tenemos una carencia persistente de oportunidades de trabajo decente, inversiones insuficientes y bajo consumo, lo que produce una erosión del contrato social que es el fundamento de las sociedades democráticas: el derecho de todos a compartir el progreso. Resulta, de este modo, que el crecimiento humano constituye como un activo de nuestros deberes. Más todavía, estamos llamados a superarnos cada día con el esfuerzo personal, responsable y solidario; lo que conlleva a un avance nuevo, hacia un compartir que, en el fondo, es la finalidad suprema del desarrollo ciudadano.

Al fin y al cabo, la primera máxima de todo ser humano, ha de ser liberarse, para que todo ciudadano pueda preguntarse por su vida y poder cambiarla.