Por Javier Donate y Cindy Stalker
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2 veces a la semana llevamos a nuestra hija Rocío a sus clases de gimnasia y mientras ella está allí,  Cindy y yo aprovechamos para hacer un poco de ejercicios.  Confieso que aunque siempre he sido “un leña”  en los deportes, lo más que disfruto es jugar baloncesto pues  invierto 45 minutos en movimiento  consistente de manera divertida.

A veces jugamos solo ella y yo y en otras ocasiones,  como pasó hoy, hacemos un equipo como esposos y jugamos contra algunos de los muchachos que llegan a la cancha (un 2 pa 2).   Siempre que hacemos esto, nos enfrentamos con adolescentes que llevan la ventaja no solamente porque que juegan mucho mejor que nosotros,  sino también porque obviamente son más jóvenes,  más agiles y más rápidos.   Casi siempre perdemos aunque cada vez por menos puntos.

Pero hoy…  ¡YESSSS!!  ¡GANAMOS 32 A 29!!!  Aunque nuestro propósito de estar allí es ejercitarnos más que ganar, estábamos contentos por esa victoria.

Esto  también puede aplicarse a la vida diaria.   Cada matrimonio puede  ganar aun en situaciones desventajosas si actúan como equipo, si se ponen de acuerdo con un buen “plan de juego” y  si ambos dan el máximo.

Eclesiastés 4:9-12  habla acerca de los beneficios de la vida en pareja, dice: ^“Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo.  Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; más ¿cómo se calentará uno solo?  Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán…”