El voluntariado dibuja una sonrisa en Loíza

05 Oct

 

LOÍZA – En la Escuela Celso González Vaillant de Loíza, vecina al Centro Tau y Centro de Diagnóstico y Tratamiento, bulle la esperanza de la decena de refugiados que aún no han regresado a sus casas. Unos no lo harán porque su casa ya no existe, otros porque esperan que sus familiares les ayuden a organizarse y tratar de volver a la normalidad. 

Allí, la maestra de escuela elemental Sonia Pérez, quien también es legisladora municipal, regenta el refugio con los recursos que tiene, para atender sobre todo a los encamados que necesitan cuidados especiales. “Son gente bien mayor, y gracias a los voluntarios que tenemos aquí hemos podido ir poco a poco”, relata Sonia en compañía de la Dra. Ángeles Acosta, sicóloga clínica del Recinto de Ciencias Médicas (RCM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR). 

“Somos varios los compañeros que hemos venido hasta este refugio y al otro que está localizado en la Escuela Medianía Alta Elemental”, explica Acosta, al referirse a sis colegas Annie Alonso, Mayra Martínez Plana, Frances Bulón, Juan González y Andrés González, entre otros. “No quiero que se me quede ninguno, han hecho una gran labor”. Los académicos están trabajando particularmente con la salud mental de los refugiados. 

“El estar aquí ya por 14 días te aísla de tu comunidad, de tus costumbres y del mundo exterior. Es importante para ellos que diariamente se les recuerde la realidad que estamos viviendo y que no se aíslen. Eso es bien importante, sobre todo para las personas mayores”, relata Acosta. La vida en un refugio es particularmente difícil para los pacientes diabéticos, quienes deben tener los medicamentos disponibles, sobre todo la insulina, y llevar una dieta saludable, junto con la hidratación adecuada “lo que es más difícil con el calor que está azotando en estos días”, añade Pérez. 

Como parte de los trabajos que realizan los sicólogos clínicos, están los talleres de manejo de estés y herramientas sobre la higiene adecuada para evitar enfermedades y de paso, controlar la propagación de mosquitos causantes de dengue y chikunkunya. Aunque la pasada semana se registraron varios casos de conjuntivitis, los mismos fueron controlados rápidamente mediante el aislamiento de los pacientes y la atención del personal del CDT cercano.

 “He trabajado antes en refugios y en esta ocasión las personas han mostrado un nivel especial de colaboración, sobre todo con lo relativo a la limpieza y el orden en la escuela. Esto es importante sobre todo porque no sabemos cuánto tiempo más estaremos aquí”, añadió Pérez. La doctora Acosta interviene para recordarle también la importancia que tiene el descanso para el personal que está trabajando particularmente con los encamados. “Son turnos de trabajo sin horario establecido, en condiciones de mucho calor y eso agota a los cuidadores”. 

La Escuela Celso González cuenta al momento con 10 voluntarios, entre empleados regulares del Municipio de Loíza, de Aspira y hasta una antigua refugiada que regresó para ayudar. “Es una muchacha que tuvo la suerte de estar poco tiempo aquí y no tuvo grandes dificultades en regresar a su casa, pero sabiendo las necesidades que tenemos de ayuda, vino a darnos la mano. Bueno, la mano y el corazón”, finalizó la educadora Pérez.