La Palabra del Día: Nacer de nuevo

08 Oct

Por: Apóstol Wanda Rolón

El conocimiento es bueno pero un conocimiento sin la experiencia debida solamente queda en el intelecto, no puede bajar y suplir la necesidad del espíritu y del alma. Esta necesidad solo la puede suplir Cristo.

Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. (Juan 3:1-5)

Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, (Juan 2:24)

Para nacer de nuevo hace falta mucho más:
– que conocer la ley
– abrir un libro cada domingo o ir a la iglesia
– hay que tener una experiencia cara a cara con el Cristo de la gloria

Nicodemo era un hombre carnal con un conocimiento religioso.

Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. (Juan 3:6-7)

Jesús habló de la necesidad del hombre para poder nacer de nuevo. No se puede tener religión o conocimiento sin tener un encuentro con Cristo.

Todo hombre nace bajo el estigma de pecado de Adán.

Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (Génesis 1:27)

El hombre no nació, el primer hombre fue creado perfecto por Dios. Fue hecho a imagen y semejanza de Dios.

Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. (Génesis 2:7)

Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda. (Job 32:8)

El aliento de vida hace lo que los seres humanos tengan la capacidad de entender las cosas sobrenaturales.

Más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás. (Génesis 2:17)

Dios le dio instrucciones al hombre. La vida se obtiene a través de la obediencia. Desconectarse de Dios es tener como fin, una muerte espiritual. El mismo día que Adán comió del árbol de la ciencia del bien y el mal, murió. No solo desfiguró la imagen de Dios que había dentro de él, sino que también mató el aliento de vida.

El pecado separa al hombre de Dios. No todos son hijos de Dios, se es cuando se acepta a Dios como Padre y a su hijo como Salvador. Es tiempo de alimentar al hombre espiritual. La iglesia ha estado viviendo en un estado carnal y Dios está buscando una iglesia espiritual que le adore en espíritu y en verdad.

El hombre bajo su pecado cada día se destruye más.

El pecado entró al mundo por un hombre, y por ese hombre entró la muerte a todos. Toda la humanidad que desciende de Adán pecó y murió.

Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. (Romanos 5:12)

Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. (1 Corintios 15:22)

Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. Más vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. (Efesios 4:17-24)

No hay nada que pueda hacer el hombre para cubrir el pecado de su vida. Lo único que limpia pecados y permite un nuevo nacimiento es la sangre de Cristo.

La palabra que tiene unción pudre el yugo bajo el cual vive el mundo. La oración incrementa la unción. El ayuno nos ayuda a sujetarnos a Dios y nos bendice. Muchos dirán que a Dios no se le compra con el ayuno y es cierto, no se le compra pero se le agrada. La iglesia tiene que volver a la práctica de búsqueda, oración y ayuno. Lo que siempre ha funcionado no lo debemos cambiar.

Cuando se tiene el pensamiento entenebrecido hay ignorancia de Dios y de todo. El hombre ha tratado de satisfacer su necesidad espiritual con imágenes, rituales y sacrificios.

Como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. (Isaías 53:3)

El Señor está dispuesto a tomar toda carga y ansiedad. Jesucristo desata las cadenas de la muerte y restaura la imagen desfigurada de Dios en la humanidad. El resucita los corazones muertos y le da vida a los que están perdidos en sus delitos y pecados.

Cuando nacemos de nuevo comienza un nuevo tiempo y una nueva oportunidad para ser dirigido por la palabra.

Jesús es la vida, la muerte no pudo retenerle. No somos el resultado de la evolución, somos el resultado de la creación. En Cristo somos resultado de un nuevo nacimiento voluntario. Si deseamos nacer de nuevo el Señor nos recibe.