Reflexión: Humildad 101

07 Jan

(Foto/Archivo)

Por: Gina Delucca
gina@mimundillopr.com

Esta clase de la Universidad de la Vida los asientos están vacíos. Nadie quiere ser humilde. Si no lo aprendimos en el hogar, como algo natural, la calle no nos lo enseñará. Quizás ciertos golpes duros al ego nos obliguen a reflexionar. Pero por lo pronto, todos tenemos problema con la palabra HUMILDE.

Por eso casi nadie se matricula. Yo he tomado la clase, pero no la he pasado con A. La he tenido que volver a tomar y la seguiré tomando hasta que domine el material.

¿Qué se enseña en este curso? Humildad no es sinónimo de pobreza. Humildad tampoco es sinónimo de complejo de inferioridad o baja autoestima. Al contrario. El humilde sabe lo que vale, pero desea voluntariamente mantener sus talentos, conocimientos y ventajas, sociales y económicas, entre paréntesis.

Humildad es escuchar. Humildad es abrir la mente a las ideas de otros. Humildad es admitir nuestros errores. Estar dispuesto a negociar lo negociable. Humildad es no estar a la defensiva. Si fueron injustos contigo, el tiempo te dará la razón. Y de eso se encarga Dios.

La humildad, en realidad, tiene que estar en el corazón. San Pablo, por ejemplo, nos exhorta a que no nos creamos que seamos más que nadie, que no hagamos las cosas para recibir halagos. También nos invita a buscar el bien colectivo, dejando el “yo” o el “yo voy a mí” atrás. Tener humildad es reconocer que todos tienen dignidad, pues son criaturas de Dios. Más que dar, es darse.

Ser humilde es tener modales. Tan fácil como un “por favor”, un “gracias”, un “de nada”, un “con permiso”, “si tuvieras la bondad”, “si fueras tan amable”, “perdona la molestia”… aun cuando se es el supervisor o el jefe.

Ser humilde es respetar a los que hacen otras cosas diferentes a las que uno hace. Respetar a los mayores, a los semejantes, a los menores también.

Respetar a los que saben más… y aún a los que saben menos, porque nosotros también pasamos por esa etapa. Ser humilde es abstenernos de criticar y tratar de ver lo bueno en la gente.

Ser humilde es aplaudir a los demás y abochornarse de que lo aplaudan a uno, aun cuando sea merecido el aplauso. Y si al recibir halagos damos la gloria a Dios, somos enaltecidos, no necesariamente aquí, pero de seguro que allá arriba. Dice la Biblia que el que se humilla, será “ensalzado” por Dios.

Jesús dijo: “Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”. Más claro no canta un gallo. Hacerse hombre siendo Dios, nacer en un establo apestoso, morir indignamente… Él era humilde y bien cualificaría para ser el profesor de la clase. Y si por humildad se quedó de alumno, de seguro que sacó A+.