Mujer de pie en la adversidad

09 Mar

Jaime Torres Torres
Especial para Presencia

FAJARDO – Es una vida confinada en una cama, aparentemente sin noción alguna del mundo que la rodea.

Maritza González junto a uno se sus hijos. (Foto/Jaime Torres Torres)

Al cierre de esta edición, necesitaban una lavadora para mantener la ropa que utilizan a diario.”

Pero se inquieta cuando se acerca la mujer que lo parió, porque percibe su olor y los pasos que revelan su presencia.

En la Semana de la Mujer, lo único que literalmente tiene Maritza González, de 51 años, son sus dos hijos: Christopher Manuel, de 27, y Jonathan, de 18.

El primero es paciente de perlesía cerebral y el segundo urge de educación especial. Esta dama residió en Homestead, Florida, con su esposo Amado López y sus dos vástagos. Pero al enviudar en 2016 se trasladó a casa de unos familiares en Patterson, Nueva Jersey, y de allá viajaron, con solo unas maletas de ropa, pañales y medicamentos, a su Naguabo natal, estableciéndose semanas después en un apartamento alquilado en el barrio Florencio, de este pueblo.

Nada, absolutamente nada de su humilde mobiliario les pertenece. Las camas, los muebles de la sala, la nevera y las dos hornillas eléctricas que tienen por estufa han sido prestados y donados por vecinos y hermanos de la iglesia.

Al cierre de esta edición, necesitaban una lavadora para mantener la ropa que utilizan a diario en condiciones higiénicas y salubres. Por concepto de alquiler, Maritza alega que desembolsa mensualmente alrededor de $500 que recibe de la pensión de Seguro Social que, tras enviudar, le envían a Christopher.

Su alimentación depende de las ayudas del Programa de Asistencia Nutricional (PAN) y de la generosidad de las personas de buen corazón.

No tiene auto, por lo que de surgir una emergencia con Christopher o Jonathan tendría que acudir a la bondad de su amiga Rosa Velázquez o llamar al sistema 911.

Si bien las carencias materiales, tarde o temprano, serán suplidas, Maritza le pide salud a Dios para cuidar a sus hijos y ayuda gubernamental para que Jonathan, que es estudiante especial, pueda completar el nivel superior.

“Necesitamos un sicólogo y que pueda recibir terapias del habla”, dijo a Presencia.

“Suplico que me acomoden a Jonathan para que pueda estudiar. No me lo aceptaron en la Escuela Dr. Santiago Veve Calzada. Me duele que para él no hayan oportunidades”, agregó.

Christopher, que regularmente convulsa, por lo que continuamente es medicado, es un angelito cuyos días discurren en cama, excepto cuando lo transportan a sus citas.

“Tuvo el cordón umbilical amarrado al cuello. Al parir, me vi cerca de la muerte. Estuve dos semanas en el hospital y él un mes en intensivo. Me dijeron: ‘mamá, prepárate porque ni va a hablar ni caminar’. Dios me ha permitido estar 27 años con él y no me quejo”, dijo.

De momento, Maritza, una mujer de pie en la adversidad, necesita pañales, toallas y un juego de comedor. “No tengo nada en la vida. Dios es mi proveedor. Él es el dueño de todo”, señaló sin reprimir las lágrimas al recordar que, aunque tiene familiares, no la ayudan por razones que no fue prudente indagar.

Si desea cooperar debe comunicarse al (787) 692-2931 y al (787) 435-7246.