Opinión: ¡Basta de colores y razas!

09 Jun

Dra. Elizabeth Cintrón Vega “Lily”
Ceiba, Puerto Rico

¡A la distinguida familia Ortiz Pedraza, fuente de mi inspiración!

¿Alguna vez te has detenido a pensar qué es el color y cómo influye en nuestras vidas? Desde el primer círculo cromático, creado en el año 1666 por Isaac Newton, muchos modelos han surgido en torno a los colores. Esta herramienta contribuye a establecer vínculos de contrastes y armonías con el fin de crear combinaciones. Lo mismo ocurre cuando se clasifican a unas y otras personas de acuerdo con el color de su piel. De este modo comenzamos a crear los vínculos de diferencias y similitudes que tanto nos separan. Dicha práctica nos hace percibir al ser humano como un objeto cuyo color dicta sus usos y funciones. 

Aunque esto no parezca un pensamiento lógico, proviene de entes racionales que, a fuerza de aprendizaje, se han condicionado a la idea del racismo. Es innegable que dicho precepto nos asalta en todo momento a lo largo de nuestras vidas y de este modo pasa a ser dominante. Lo percibimos en canciones, imágenes, dichos generalizados, en fin, desde el momento en que aprendemos a adorar a un Dios de piel clara y jamás oscura. Es muy cómodo hablar en contra de la segregación transmitiendo sigilosamente ideas que aportan a la misma. Es esto lo que denomino hipocresía social. Alzar nuestra voz es importante en la lucha contra el racismo, pero lo es aún más el criterio propio libre de influencias culturales y sociales. 

Dirigidos a este fin, podremos brindar realmente a las nuevas generaciones el supremo valor de la igualdad. Destruyamos de una vez por todas la verdadera raíz que nos separa; basta de identificar a las personas con colores. No somos blancos o negros, somos mucho más que eso. Nuestra piel es la cobija natural que guarda la esencia que nos une en cuerpo, mente y alma, lugares recónditos a los que el color no puede llegar. Eliminemos la peor enemiga de la equivalencia: la palabra “raza”, pues no existe evidencia biológica ni científica que la sustente. Recordemos por siempre que no somos objetos de colores, sino seres enlazados a una misma realidad: la humanidad.