Reflexión: Invité a Dios a jugar un partido

10 Jun
(Foto/Suministrada)

Zulmari Nieves, capellana
Escritora y autora

Todos estamos llamados a la conquista de nuestras propias tierras. Con el fin de darle un resplandor, llenándola de paz y amor. Para ti, que luego va resplandeciendo entre los que nos rodean.

Esto se demuestra con mayor claridad, cuando Dios nos habla a través de su palabra y lo vemos demostrado en la vida de Esther, una joven que fue apartada de su familiar. Amaba a su único pariente, su ‘primo’ Mardoqueo. Fue alejada por un largo período de tiempo, donde allí fue preparada para ser reina, una mujer que conquisto el amor del rey Asuero, logrando entrar a su corazón. Sacrificando su propia vida, Esther logro salvar a su pueblo. Para esto fue necesaria una aparente distancia, ayudándola a obtener confianza en ella bajo la gracia de un Dios Todopoderoso.

Y cita la palabra de Dios:

Esther 2: 9 Y la doncella agrado a sus ojos, y halló gracia delante de él.

Esther 2: 17 Y el rey amó a Esther más que a todas las otras mujeres y halló ella gracia y benevolencia delante de él más que todas las demás vírgenes: y puso la corona real en su cabeza, y la hizo reina en lugar de Vasti.

Un ejemplo singular que da paso a nuestras propias vidas lo es, cuando colocamos a Dios en el primer lugar de nuestras vidas. Algo que todos podemos poner en práctica, dado que todos y como así lo dice su palabra tenemos una pizca de fe. Teniendo claro que Dios, si esta por nosotros.

Ante las decisiones que nos coloca la vida, yo también, tuve que tomar una decisión. Se pronosticaba un juego muy reñido. Me encontraba en medio del campo de juego, al otro extremo estaban llenas todas las posiciones de los jugadores en oposición. Al mirar con los que yo contaba, me vi sola en el juego. Se encontraban llenas las gradas del equipo contrario. Y lo que era peor para mi suerte, mi grada se iba vaciando cada vez más. Aumentando la grada contraria. Tuve la oportunidad de elegir a un solo jugador, así que elegí por Dios. No fue fácil el juego se sentía muy fuerte colocaba mis buenos puntos y otros no tan bueno. Al final ganamos. Mi grada se fue llenando nuevamente notando que volvían a poyarme. Me resta decir. De seguro hice la mejor elección, ahora te puedo decir que cuento con Dios y su apoyo.

¡Que reine la paz de Dios entre los hombre! ¡Un Dios de todos y para todos!