El acoso laboral no es vacilón

11/26/2014

Por: Mia Karina Santiago
Consejera en Salud Mental, en desarrollo

“Stupid skinny girl”, así me dijo la jefa, frente a la empleada nueva que venía de Atlanta. Este comentario no es de índole sexual, evidentemente.

(Foto/Archivo)
(Foto/Archivo)

“Mira, busca al muchacho ese, al flaco dientudito”. “¿Cuál es la nena?”, “Aquella, la gordita del pelo crunchy”, “¿Cuál, la negrita perfilada?”.

En Estados Unidos, este fenómeno se conoce actualmente como “mobbing”.

En Puerto Rico, el Senado “condonó” el proyecto de ley de Acoso Laboral, pero de ahí no ha pasado.

Según la licenciada Orializ Ocasio Crespo; “[…] estas leyes están en constante cabildeo y aún no se han aprobado. Estos casos [de mobbing] están siendo trabajados por otras áreas de tecnicismos, como discrimen, daños y perjuicios o algún área de acoso sexual”. Y la dinga, señoras y señores, no tiene que ver con la mandinga…

Mientras el acoso laboral está sucediendo, el empleado -o los empleados acosados- sufre de trastornos psicológicos, y su entorno familiar/ social son inevitablemente afectados. Muchos factores mantienen a estas personas víctimas del acoso laboral, soportando el abuso, ya que como los trabajos y la economía no están buenas, para nada buenas… para nada.

Las consecuencias de este tipo de abuso son, en la psiquis humana, difíciles de “digerir”, principalmente en el ambiente laboral, que cada vez más se asemeja a una gran “high school”.

La crisis que puede desatarse al sentirse presa del “mobbing” puede despertar en la vida del más confiado, inseguridades primitivas y experiencias negativas ya dadas por olvidadas. Sentirse indefenso, impotente y sin control, nos lleva a las edades aquellas en donde no podíamos valernos, en donde dependíamos de una mirada más alta para defendernos. A toda esta sopa de caracol, si le agregamos “the perks of being in the tropics”, en donde hacer compra cuesta más que el pronto de un carro; en donde sin carro no tienes trabajo y en donde estudiar para trabajar se tergiversa en trabajar para estudiar, sostener una fuente económica estable, justa y pacífica parece ser la ilusión en el desierto.

El “mobbing” nos impide relacionarnos con libertad; nos obliga a dudar de nuestras capacidades y nos cohíbe de una adultez saludable.

El prejuicio promueve la conducta abusiva. Ver al “mobbing” como una conducta simplemente incorrecta –tanto por ley como por moral- no satisfice ni llena a cabalidad el peso de su definición. Y esto, no es nuevo. Basta con una mirada rápida a nuestra literatura, a la literatura mundial, a nuestro pasado, a la inequidad basada en superioridad y ni hablemos del mayor “mobbing” que nosotras cobramos menos que ellos aun siendo Suma Cum Laude (véanse las estadísticas).

“Ay, ¿en serio que te vas a sentir mal por poner eso? No seas tan boba”. La autoestima, débil y frágil losa construida en años es lacerada cuando el “mobbing” se manifiesta hasta en sus más sutiles formas.

Y como todo en la vida es una cadena, al sentirnos desvalorizados y menos, al sentirnos víctimas, la congoja nubla al optimismo y se abren las puertas a trastornos clínicos más severos. Una depresión mayor nunca es un chiste. La cordialidad, amabilidad, la cortesía ahora mismo son consideradas “cosas de la Isla”, jibarerías y, si nuestras relaciones laborales habitan desde visiones “metrocentristas”, el “mobbing” proyecta ser un gran problema para lidiar con ello. Basta con hacer un Google de “mobbing en Puerto Rico” para reconocer –y conocer- la falta de información en la que vivimos.

Sin embargo, para no tapar el cielo con las manos, tengamos claro que el 45% de los empleados están siendo acosados laboralmente, en todas las maravillosas e ingeniosas gamas que existen de acoso, incluido el “mobbing”.

Ahora, hablemos claro; en tu trabajo, te llaman por apodos con los cuales no te sientes cómodo? Te sientes víctima de alguien o simplemente, sientes que tus rasgos físicos, culturales, tus creencias o preferencias son objeto más que de burla, de abuso? No te sorprendas si la respuesta a alguna de estas aseveraciones es un “sí”. Repórtalo. No calles ni aguantes por ningún motivo que lastimen tu dignidad ni que perturben tu paz. Con cada caso reportado que cree precedente, la presión aumenta para que las legislaciones pertinentes sean aprobadas y que el “mobbing” y su hacedor sean debidamente procesados.

Sí, tenemos recursos. Para radicar querellas, tenemos al Departamento del Trabajo, y en caso de inestabilidad emocional, se pueden comunicar a la línea gratuita y confidencial PAS 24/7 (1-800-981-0023).

Lo importante es no permitir que llegue al extremo emocional, que no nos lastime y que finalmente, podamos trabajar y desempeñarnos completamente desde nuestras capacidades, sin dudas, sin miedo y sin abuso.