El libre albedrío

12 Mar

Por: Livio Ramírez del Ministerio Dios Habla Hoy
www.dioshablahoy.org

¿Por qué Dios permite a maldad, y por qué permite que haya guerras, que haya hambre, que niños y personas inocentes sufran, y muchas otras supuestas injusticias? Muchos creen que todo lo que sucede es la voluntad de Dios; inclusive, algunos hasta sientan a Dios en la silla de los acusados y lo declaran culpable por permitir que estas cosas sucedan. Creer que todo lo malo que ocurre es la voluntad de Dios, no es un concepto cristiano.

Algunas religiones lo enseñan, pero esto no es una filosofía bíblica. El cristianismo comprende que la voluntad de Dios es únicamente la que se revela en su Palabra. La gente puede entonces, obedecer o desobedecer la voluntad divina. Como creyentes luchamos con lo que parece ser la complicidad de Dios en la maldad de este mundo, y nos preguntamos: si Dios es soberano, ¿por qué entonces permite los males que agobian a la humanidad? ¿Por qué entonces no hace de la tierra un mejor lugar para vivir?

La maldad y el sufrimiento existen porque el libre albedrío que Dios le concedió al hombre es de mayor valía que la ausencia de toda la maldad que pueda existir en este mundo. Si Dios frenase toda la maldad, tendría entonces que congelar la voluntad del hombre, eliminando así el libre albedrío, incluyendo la oportunidad que tiene el hombre de decidir tener una libre y espontánea relación con Él. El hombre no ha sabido usar su libre albedrío; sus malas decisiones son las que han traído la maldad y el sufrimiento al mundo. Adán y Eva decidieron desobedecer a Dios, trayendo como consecuencia todo esto. Pero, los que hemos sucedido a nuestros primeros padres no somos distintos a ellos. El pueblo de Israel no quiso continuar comiendo el maná del cielo que Dios le había enviado para comer en el desierto. Ellos murmuraron diciendo: ¡Quién nos diera a comer carne, nada sino este maná ven nuestros ojos! Entonces Dios les dio carne de codornices para que comieran por un mes. Y estando la carne aún entre sus dientes, la ira de Jehová se encendió, e hirió al pueblo con una plaga tan grande que ha continuado a través del tiempo por medio de las enfermedades.

El pueblo de Israel pidió ser como las demás naciones; pidió un rey para que los gobernara. Entonces Dios, respetando el libre albedrío con que los dotó, le dijo al profeta Samuel: Oye al pueblo de Dios en todo lo que te digan, porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado para que no reine sobre ellos. Las consecuencias de este uso incorrecto de su libre albedrío fueron desastrosas a ese pueblo. Finalmente, Dios envía a su Hijo unigénito a salvar a su pueblo del pecado, pero éstos lo condenaron y lo mataron. Sin embargo, Dios en su infinito amor, extiende su invitación a todo el mundo, para que pueda escapar de las consecuencias de la maldad en que la humanidad misma se ha sumergido. Tú no tienes que sufrir por siempre, a menos que así lo desees. Tú puedes ejercer el libre albedrío que Dios te concedió; depende de ti escoger entre la vida o la muerte; entre el bien y el mal; entre las tinieblas la luz admirable de Cristo. Escoge la vida eterna que te ofrece Cristo.