Religión y tradiciones: ¿Agradar a Dios o a ti mismo?

12/11/2013

Por: Apóstol Wanda Rolón / Para Presencia

La religión se ha desviado de su propósito verdadero.  Consiste en que el hombre trata de agradar a Dios y satisfacer sus demandas pero ciertamente son las demandas personales individuales.  La religión trata de callar la voz de la conciencia que grita internamente: “Necesito un cambio”, “Necesito una transformación”

Apóstol Wanda Rolón (Foto/Suministrada)
Apóstol Wanda Rolón
(Foto/Suministrada)

La religión y las tradiciones no cambian a nadie, lo único que transforma es tener un encuentro con Jesucristo.  Cuando hacemos un compromiso con el Rey de reyes y Señor de señores nuestra vida cambia dramáticamente, ya que no estamos bajo la influencia de un sistema cual su propósito es corromper, destruir y matar todo sueño de nuestra vida.

Hemos sido traspuestos de un sistema natural al sistema sobrenatural de Dios pues hemos sido sentados a la diestra del Padre a través de Jesús.

El evangelio de Mateo, aunque nos sirve a todos en la actualidad fue dirigido inicialmente al pueblo judío.  Los judíos esperaban un rey que sustituyera a César y sustituyera la opresión de Herodes.  El sistema que no está basado en los principios del reino lo único que interesa es aniquilar, castrar, debilitar y robar los sueños al sistema de Dios.

No importa la oscuridad que pueda existir, cuando Dios va a establecer una verdad busca a alguien para que la establezca.

Aunque las circunstancias actuales no sean paralelas a lo que Dios viene hablando tenemos que seguir creyendo por fe.  La gente del reino tiene sus pensamientos más altos que la gente natural, continuamente están hablando de visiones, proyectos y lo que harán en el futuro.

Mientras estemos con Dios, su propósito en nosotros se tiene que cumplir.  Toda oposición será removida y todo obrará para bien para quienes aman al Señor.

El evangelio del reino trae transformación absoluta, por eso todos hemos sido llamados a enseñar y discipular a otros enseñándoles el camino que es Cristo.

José sabía cual era su posición en la cárcel aún cuando lo compraron como esclavo, él no se deprimió.

La depresión es un estado mental que evita que la bendición llegue.  Roba los sueños, la bendición y los deseos de vivir.  No es tiempo de morirnos, es tiempo de permanecer vivos para poder hacer todas las cosas grandes y poderosas que el Señor nos mandó a hacer.  El sistema no nos puede absorber, por el contrario somos nosotros los que debemos absorber el sistema.

No debemos ceder a ninguna presión ya sea interna o externa.  José, no fue esclavo en su mente ni en su pensamiento ni sueño.  El que es esclavo en su mente cede ante toda presión, opresión y tentación.  El que es libre en su mente y ha sido libertado por Cristo no se deja influenciar por el diablo.  Los libertados de mente y corazón saben quiénes son, a quien le sirven y a quien se le deben.  José, sabía que aún siendo esclavo de Potifar, ese no sería su estado final.  Si en lo poco era fiel, en lo mucho Dios lo pondría.

En medio de las circunstancias es que demostramos que somos verdaderos hijos e hijas de Dios.  Un hombre o una mujer de Dios engrandecen los lugares donde se encuentran, son más productivos y juzgan con juicio verdadero.  Mientras Dios este en medio brillaremos dondequiera que estemos a causa de su favor y gracia.

La gracia y el favor están sobre los que le creen a Dios.  Nuestra acción y actitud contra el sistema tiene que ser continua y permanente.

Cuando hablamos de temores estos nos rodean y nos inundan nuestra vida.  Nuestro corazón tiene que rebozar palabra buena. Aunque no veamos las cosas debemos declarar buenas palabras y acercarlas a nosotros porque somos sus hijos y pertenecemos al reino.

Quienes somos no lo determina ningún externo, lo determinamos nosotros.  Las presiones, situaciones y batallas no nos pueden limitar, debemos ser nosotros quienes cambien las situaciones.  Somos transformadores de atmósferas.  No somos de calabozos ni cárceles, pertenecemos a reinos y palacios.

José, llegó a ser el segundo hombre al mando de Egipto porque no se dejó oprimir por el sistema.

En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, el reino de los cielos se ha acercado.  (Mateo 3:1-2) 

El arrepentimiento es una decisión que resulta en un cambio de mente a una nueva actitud.

Implicaciones y cambios del arrepentimiento

1)     Renuncia y cambio de actitud

2)     Sumisión y deseo de aprender

El hombre que vive sin Cristo se embrutece a causa del pecado, por lo tanto se le hace un llamado a que se arrepienta y vuelva a Dios.  Hay que reeducarlo y ayudarlo a levantarse para que acepte a Jesús como su único y exclusivo salvador.

3)     Continuo perfeccionamiento

Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él.  Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?  Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia.  Entonces le dejó.  Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.  Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.  (Mateo 3:13-17)

Jesús fue engendrado por el Espíritu Santo, no tenía nada de que arrepentirse, ya que no tenía sangre de José.

Toda acción atrae una reacción.  Toda acción de obediencia trae resultados poderosos aunque muchas veces sean difíciles.

Tenemos que poner nuestra vida en orden a la palabra para que los que no está mirando puedan reconocer que Dios verdaderamente está en nuestras vidas.

Gracias a que Jesús hizo un acto de obediencia sin tener pecado (ser bautizado por Juan) hoy podemos disfrutar del beneficio de tener cielos abiertos.

La obediencia complace a Dios.  Cada vez que nos acercamos a Dios y provocamos que nos bendiga se nos abren los cielos.