Vasos de ira

27 Jul

Por Livio Ramírez del Ministerio Dios Habla Hoy
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El apóstol Pedro, en su primera Carta a la Iglesia Universal, se refiere a los creyentes, elegidos según la presciencia del Dios Padre. Presciencia quiere decir conocimiento de lo que ha de suceder. Dios creó al ser humano para gloriarse en él, y ni Satanás ni el pecado, habrían de impedirlo. El pecado del hombre no sorprendió a Dios pues por su inmensa sabiduría y poder infinito Él había hecho provisión desde antes de la fundación del mundo para que su voluntad se cumpliera.

(Foto/Suministrada)
(Foto/Suministrada)

Cuando Eva y Adán, representando a toda la humanidad en el jardín del Edén pecaron, todos fuimos destituidos de la gloria de Dios, el castigo por nuestro pecado fue la muerte eterna. Pero por medio de Cristo, Dios proveyó desde la eternidad, la salvación de su pueblo. Según en Adán todos fuimos condenados por el pecado, en Cristo, por su sangre preciosa, todos fuimos vivificados. Por eso el apóstol Juan en su evangelio declara: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Jn. 3:16)

Dios, por ser Omnisciente sabía desde el principio quiénes iban a creer. El apóstol Juan nos dice que Jesús, hablando a sus discípulos, dijo: “Pero hay algunos de ustedes que no creen.” Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían. (Jn. 6:64) Así que el Señor, sabiendo desde antes de la fundación del mundo quiénes eran los suyos, preparó de antemano para éstos el plan de salvación. El apóstol Pablo dice al respecto: Él también tiene derecho a tomar, personas como nosotros, judíos o gentiles a quienes creó para derramar en ellas las riquezas de su gloria, y tener misericordia de ellas, con el propósito de mostrar al mundo la inmensidad de su gloria. (Ro. 9:21-24)

La razón de que muchos creyentes tienen dificultad en comprender la predestinación para vida eterna es debido a que no entienden el verdadero significado de la caída del hombre. Si no fuera por la gracia de Dios, nadie sería salvo. Cristo murió por todos, y a todos se proclama el evangelio, pero no todos responden. El Señor Jesús dijo: Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere. (Jn. 6:44) Puesto que el Señor conoce los suyos son éstos precisamente los que por medio del toque de su Espíritu Santo, responden a su llamado. Los que no responden son descritos en las Escrituras como vasos de ira preparados para destrucción. Pero éstos no han sido endurecidos para perdición, sino en perdición. Han quedado endurecidos por su rebelión; han sido endurecidos por la actitud asumida personalmente al no creer. Si hay arrepentimiento en tu corazón es señal de que tus iniquidades pueden ser perdonadas, y tus pecados cubiertos por la sangre de Cristo. El Salmista declara: Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad. Sal.32:1)