El cristiano mundano

25 Mar

Por: Livio Ramírez

Ser mundano o tener mentalidad mundana significa dedicarse o estar atado a los intereses terrenales, en oposición a las cosas espirituales. Este tipo de persona, más bien, se caracteriza por la indiferencia espiritual, la inestabilidad emocional, y por indisciplinado en cuanto a cumplir con las ordenanzas establecidas por Dios. Son rebeldes a Dios; tienen una identidad espiritual dudosa, y aman los deleites hasta el punto de satisfacer sus necesidades emocionales, no importándole ofender a los demás, y en el último análisis, a Dios mismo. Muestran un interés tibio por las cosas que tienen que ver con el reino de Dios; son fáciles víctimas de casi cualquier tentación o secta que se cruce en su camino. Defienden ciertas doctrinas raras, pero evaden los conocimientos verdaderamente substanciales en las Sagradas Escrituras. El apóstol Pablo, refiriéndose a este tipo de personas aconseja: A éstos evita. (2 Ti. 3:5)

livio
Livio Ramírez Foto/Suministrada

Si luego de convertirnos nuestro Señor Jesucristo continuamos haciendo lo que hacíamos antes, es una indicación de que el nuevo nacimiento fue más bien un aborto. El apóstol Pablo dice: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (2 Co. 5:17) El cristiano tiene que actuar de manera diferente ante situaciones adversas; tiene que reflejar el fruto del Espíritu; tiene que ser distinto a los que no han tenido aún un verdadero encuentro con Dios. Por eso, el Señor Jesús nos dijo: Vosotros sois la luz del mundo. (Mt. 5:14) Si actuamos igual que los del mundo, no estamos honrando esas palabras del Señor.

El evangelista Billy Graham dice en uno de sus libros: “La Biblia enseña que, debemos vivir en este mundo, pero no participar de sus males. Cuando me enfrento a algo de este mundo, me pregunto: ¿Viola esto en algún principio lo establecido en la Palabra de Dios?  La mundanalidad no cae como avalancha sobre una persona, y la arrastra consigo. Es más bien, un mal lento y constante que erosiona la roca.”  El cristiano espiritualmente preocupado es aquel que primeramente busca las cosas de Dios y su justicia, adopta una posición firme contra el maligno, identificándose plenamente con lo espiritual y no con lo del mundo. Goza de un buen grado de percepción y de discernimiento espiritual lo cual deriva de la oración y el caminar en el espíritu, y por ende no practica el pecado porque es nacido de Dios. Aunque estará lejos de ser perfecto, y habrá ocasiones en que se mostrará débil, y hasta caerá, buscará y experimentará una renovación constante al pie de la cruz. Sabrá perfectamente que el andar en el espíritu es vida y paz. Su deseo sincero será estar lleno de los frutos de justicia que son por medio de nuestro Señor Jesucristo, para gloria y alabanza de su santo nombre. El apóstol Juan nos exhorta: No amemos al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida no proviene del Padre sino del mundo. (1 Jn. 2:15-16)