El liderazgo y la honorabilidad

22 Apr

Por: Juan F. Cruz Torres
jubilee@jubileepr.com

¿Qué convierte o hace a alguien en una persona  honorable? ¿Acaso son los títulos que se le confieren o las posiciones que ocupa?  La honorabilidad, más bien, tiene que ver con ser gente ejemplar y virtuosa en el sentido ético y moral. Se refiere a merecer y ganarse el respeto y la admiración de los demás.

JUan Cruz Jubilee
Foto/Suministrada

La falta de honorabilidad es la deshonra, el desprestigio y el desprecio de la persona. Lamentablemente, vivimos en tiempos en los que parece que esta virtud, en distintos escenarios de nuestra vida cotidiana, ha pasado de moda y hasta se encuentra en peligro de extinción. Hablar de honorabilidad con algunas personas, es como hablar en chino mandarín.

Cuando examinamos la vida de los líderes que dejan legados valiosos, encontramos que, no es la cantidad de gente que le sigue o lo famoso que pueda ser (A Hitler, a Saddam Hussein y a Muamar Gadafi los seguían multitudes y fueron muy famosos, poderosos e influyentes) es su honorabilidad, que  tiene que ver con su capacidad de inspirar hacia las cosas nobles, la cual es fundamentada en los más altos valores.

A  estos los caracteriza: la integridad, el respeto, la justicia, la credibilidad, la dignidad, la sencillez, la magnanimidad, la humildad, la solidaridad, el compromiso y el amor.

Es lamentable pensar cuánta carencia vemos de estas virtudes en líderes contemporáneos. Poseen de todo, excepto capital y solvencia moral. Líderes que muchas veces tienen que depender de las autoridades establecidas por la sociedad y las maquinarias de toda índole en sus organizaciones para mantenerse en una posición de poder sin ninguna autoridad moral.

En cambio, los mejores líderes saben que nada resulta más gratificante que saber que han cumplido con su encomienda suprema de vivir honorablemente a la altura de su conciencia.

El ejemplo por excelencia de la honorabilidad en el liderazgo es Jesús, quien, a pesar de las discrepancias que puedan existir entre nosotros de fe y filosofía de vida, es indiscutiblemente el mayor líder inspiracional, revolucionario y transformacional que haya existido. Tan es así, que nuestra historia se escribe y relata antes y después de su vida terrenal.

Nadie ha demostrado mayor consagración, compasión y entrega que Jesús, lo que lo ha llevado a inspirar naciones, presidentes y a personas de todas los estratos sociales. Jesús, ha trascendido fronteras raciales, culturales, políticas, religiosas y generacionales y nos legó un mejor mañana.

Vivir a la altura de sus convicciones, le aseguró a Jesús un sitial sin igual en la historia. Su carácter, pasión por servir, compasión, perseverancia y humildad forjaron una reputación que lo llevó a ganarse la admiración de todos.

La realidad es que no tenemos que ser fanáticos religiosos para reconocer que Jesús estableció el estándar de liderazgo al que toda persona que se encuentre en una posición de autoridad debe aspirar.

En el último análisis, nos corresponde a cada uno de nosotros cómo queremos ser recordados. ¿Cómo alguien honorable o alguien despreciable? Depende de nosotros.

Reconozcamos que, ni los cargos, ni los grados universitarios, ni los títulos, ni el poder hacen de los líderes personas honorables. Los líderes son quienes vienen llamados a honrar los mismos. Mi exhortación, es que nos determinemos a vivir una vida honorable, fundamentada en la compasión, la justicia y la integridad.