Reflexión: ¿Qué significa ser rico a los ojos de Dios?

15 Sep

Padre Obispo Rubén González Medina

Considero que Jesús nos da unas pistas para encontrar la respuesta. Hay que aprender a poner nuestro corazón no en las posesiones materiales que tenemos, sino como a través de ellas podemos ayudar a los necesitados.

El rico necio, nos decía el evangelio, vive acumulando tesoros para sí mismo; pero ¿qué es lo opuesto a su conducta? La participación en el reino de Dios mediante la práctica del compartir. “Vendan sus bienes y repártanlos como limosna”. Se trata a través de este gesto de expresar nuestra confianza en Dios a quien tenemos como nuestro tesoro.

El tesoro “adquirido” junto a Dios por la práctica de la solidaridad con los pobres se opone diametralmente a los tesoros materiales de este mundo, acumulados por el acaparamiento egoísta. Una vez más queda claro que la parábola del rico necio no es una advertencia para el final de los tiempos, sino una propuesta totalmente transparente que se dirige hoy a nuestra comunidad, para convencernos de que aquellos que tenemos más de lo que necesitamos para vivir, aprendamos a compartir nuestros bienes con aquellas, que no tienen lo suficiente para sobrevivir. Si así lo hacemos, seremos ricos a los ojos de Dios y felices… Esta propuesta sigue levantando una pregunta enérgica que toca las relaciones socioeconómicas de toda comunidad humana. ¿Tengo derecho acumular mientras otros sufren necesidades vitales?

Finalmente, despliega una aguda crítica a todo sistema que se basa en la acumulación egoísta de los bienes y el dinero; porque propone un objetivo diametralmente opuesto: la preocupación activa por la vida del prójimo necesitado. El evangelio insiste en la idea de que todo lo que nos aparta de Dios, nos sobra; ese es el reto.