La CST advierte sobre la seguridad de los ciclistas en las carreteras

08/16/2013

Por: José Delgado Ortiz, Director Ejecutivo CST / Para Presencia

Los ciclistas en Puerto Rico enfrentan varios retos cuando circulan por las vías públicas. El más importante es que tiene que competir con los automóviles para un espacio en las carreteras. Desafortunadamente, no existen en nuestra geografía muchos carriles diseñados específicamente para los ciclistas.

(Foto/Suministrada)
(Foto/Suministrada)

Las únicas áreas reconocidas de espacio público en la Isla para los ciclistas son:

–  Paseo Piñones en Loíza
– Ruta Ciclista de Toa Baja a Dorado
–  Parque Lineal Enrique Martí Coll
–  Ciclo Vía del Condado en San Juan
–  Paseo Río en Bayamón
–  Parque Lineal del Río Cagüitas en Caguas
–  Paseo Lineal en Isabela, Parque Lineal de Mayagüez
–  Parque Lineal del río Bucaná en Ponce
– Parque Lineal del río Portugués en Ponce

La excesiva cogestión vehicular en el país con más de 3 millones de vehículos registrados, no exime al ciclista de tener un trato preferencial. De hecho, según la Ley 22 de Vehículos y Tránsito, los ciclistas tienen que seguir las mismas reglas de conducción que el chofer de un automóvil. Además, el mismo estatuto exige que el ciclista use un casco protector y que su bicicleta tenga reflectores y otros equipos de seguridad.

En las varias enmiendas aplicadas a esta ley fue agregada la Carta de Derechos del Ciclista, que expresamente sostiene que todo ciclista tiene derecho a correr bicicleta en cualquier vía pública, sea esta una calle, un camino o una carretera estatal o municipal, excepto en una vía con acceso controlado. Tiene igualmente derecho a utilizar el ancho del carril y cualquier grupo de dos ciclistas o más puede utilizar también ese espacio.

Ciertamente, el uso masivo de las bicicletas tiene sus grandes aciertos, entre los cuales figura destacadamente el constituir una alternativa de movilización con un sentido de pertenencia del espacio público. A la vez, mejora la seguridad, disminuye la congestión vehicular y la contaminación ambiental.
Pero cualquier beneficio duradero, para ser logrado, conlleva unas reglas de juego que deberán seguirse al pie de la letra.

De esta manera, el ciclismo se podría convertir muy pronto en una opción real y ampliamente aceptada de transportación en la Isla, a la vez que contribuiría al desarrollo de ciudades más habitables en la que ciclistas, automovilistas, peatones y motociclistas tendrían una mejor convivencia y una mayor comunicación.