La Palabra del Día: La obra perfecta

28 May

Por: Livio Ramírez del Ministerio Dios Habla Hoy
www.dioshablahoy.org

Se ha aclamado a Jesús como el principal líder religioso que ha existido; como la persona más influyente que ha vivido en este planeta, y como un hombre único en el sentido de que nadie se puede comparar a Él. Sin embargo, el considerar a Jesucristo simplemente sobre la base de su vida ejemplar y sus enseñanzas morales, no será suficiente para retirar las piedras de tropiezo en el camino del cristiano, puestas por el mundo incrédulo, preparadas por Satanás en su empeño de evitar que las almas lleguen al verdadero conocimiento de Cristo. La prueba definitiva de lo que pensemos sobre Jesucristo debe girar en torno a lo que Él realizó durante su ministerio terrenal, y quién dijo Él que era. El tema predominante de las Sagradas Escrituras es la obra y la persona de nuestro Señor Jesucristo: que siendo Dios se hizo humano; murió crucificado por nuestros pecados, y fue sepultado, pero se levantó de entre los muertos, victorioso; es el único y suficiente Salvador del mundo, y volverá otra vez a la tierra, lleno de gloria y de poder.

Si se retira esto de las Sagradas Escrituras, éstas pierden todo su significado, su propósito y su valor. La diferencia entre la salvación y la perdición de nuestras almas depende estrictamente de lo que creamos acerca de Jesucristo. Sólo los que confiesan a Cristo como Señor serán salvos. El apóstol Pablo, en su Epístola a los Romanos, declara: Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justica, pero con la boca se confiesa para salvación. (Ro. 10:8-10)

Cuando al Señor Jesús le preguntaron qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios, su respuesta fue: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que Él ha enviado. (Jn. 6:28-29) Esta respuesta es sorprendente porque la gente siempre ha creído que lo único que garantiza la entrada al reino de los cielos es hacer buenas obras. Sin embargo, el Señor Jesús nos dice que no es necesario hacer nada sino creer en Él. Porque las obras perfectas para salvación no las hará jamás el hombre pues Cristo ya las hizo por el hombre. Él pagó el precio para lograr nuestra redención. La obra perfecta de expiación la hizo Él derramando su preciosa sangre. El hombre puede y debe trabajar con sus manos y con su inteligencia; puede realizar grandes cosas; puede y debe hacer buenas obras, pero no para ser salvos y ganar la vida eterna. Para obtener la salvación y la vida eterna sólo se necesita una cosa, creer en Jesucristo como su único y suficiente Salvador, y como el único Rey y Señor del universo. El apóstol Pablo lo resume así: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Ef. 2:8-9)