Reflexión: Lo que quiero y lo que Dios quiere

08 Oct
(Foto/Archivo)

Hay un pasaje en las Escrituras que nos muestra dos caras de una moneda, dos deseos que, aunque encaminados al mismo objetivo, tienen metodologías diferentes, porque una cosa es lo que quiero y otra lo que Dios quiere. Dios siempre quiere lo mejor para cada uno de nosotros. Él desea el bienestar para los suyos, para aquellos que se acercan confiadamente, presentando sus necesidades de manera clara y precisa. Si quieres ser limpio, serás limpio.

En el libro de Marcos, capítulo 1, versos del 40 al 45, se relata la historia de un leproso que se acerca a Jesús y le dice: “Si quieres, puedes limpiarme”. Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Quiero, sé limpio”. Y al instante, la lepra desapareció y él quedó limpio. Luego, Jesús le ordenó que no dijera nada a nadie, sino que fuera a mostrarse al sacerdote y ofreciera lo que Moisés había mandado para su purificación, como testimonio para ellos. Sin embargo, el hombre comenzó a divulgarlo ampliamente, de manera que Jesús ya no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba en lugares desiertos, y la gente acudía a Él desde todas partes.

En este pasaje, podemos ver la diferencia entre lo que nosotros queremos y lo que Jesús quiere. A menudo, condicionamos a Dios y dudamos de su poder, al decir “si quieres”. Pero Jesús, en cambio, dice “quiero” y así nos demuestra su poder, que no tiene límites y no se condiciona a nuestros deseos humanos.

Debemos acercarnos a Dios, reconocerle y adorarle, sabiendo que Él tiene todo el poder para hacer cualquier cosa y siempre desea lo mejor para nosotros. Jesús quiere obrar en cada corazón, en cada necesidad y situación de nuestras vidas, y lo que haga será un testimonio para todos. Muchos vendrán a Cristo al ver lo que Él hace.

Nuestra vida será de gloria en gloria, testificando de su compasión y mostrando lo que Él ha hecho públicamente. Él nos ha hecho justicia, nos ha limpiado, nos ha extendido su mano y nos ha sanado. Nos ha sacado del polvo, del fango, de la enfermedad, de la pobreza, de la inmundicia y de los vicios, y nos ha dado una vida nueva.

Hebreos 4:16 dice: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.

Dios no se tarda en socorrernos en nuestras necesidades, siempre está dispuesto a ayudarnos. Pero debemos acercarnos a Él y mostrarnos tal y como somos, con un corazón sincero, abierto y confiado en lo que Él hará, porque siempre será mejor de lo que pensamos, queremos y pedimos.