Reflexión: Tengo identidad

01 Nov
(Foto/Suministrada)

Pastor Premier González
Facebook y YouTube: Premier González
Instagram: premier_gonzalez

Qué lío se forma cuando nos enteramos que nuestra identidad ha sido tomada prestada sin nuestro permiso. Una de las cosas que más cuidamos son todos esos documentos que nos identifican o que guardan nuestra identidad. Licencias, certificados, pasaportes, tarjetas de crédito, en fin, son muchas las cosas con esta función. Algo que en mucho tiempo he visto es que no con el mismo cuidado guardamos nuestra identidad como cristianos. Al momento en que dimos el paso de fe y acepamos a Cristo como salvador, comenzamos una nueva travesía con nuestra nueva identidad. En ese momento amamos tanto a Jesús, no queremos salir de nuestros servicios en la iglesia, queremos hacerlo todo.

De momento, llegó el tan poco deseado primer proceso, muchos en ese momento tienden a pasar por algo que conocemos como, “el síndrome del desespero” y no saben qué hacer, pero ese es el momento que comparo con el momento de ir a una oficina gubernamental a realizar los trámites para conseguir la identificación necesitada. Muchos prefieren salir de ahí otros esperan pacientemente hasta lograrlo. Si fuiste de aquellos que esperó, te felicito, has entendido lo que es nuestra identidad en Cristo que a muchos empieza con procesar su paciencia y estabilidad. Pero, si te fuiste y no esperaste un poco, te felicito, le sucedió a muchos incluyendo a Pedro, que negó a Jesús tan como había sido dicho.

Nuestra identidad está en Cristo Jesús, somos de Él, somos sus hijos, el nuestro Padre, somos herederos, vencedores, piedras vivas, nueva criatura, real sacerdocio, somos luz. El enemigo vino a matar, hurtar y destruir, donde se ha especializado. Qué tal si así como hacemos para recuperar nuestra identidad que tratamos con todo nuestro esfuerzo recuperarla, hacemos aún más por mantener claro quiénes somos por medio de Cristo. Hoy tenemos claro quiénes somos y nuestra identidad está en Jesús. Hoy guardemos el tesoro preciado del amor del Señor como lo que nos distingue ante la sociedad.