Rvda. Arelis Cardona

Una de las cosas que más me gusta del deporte es el trabajo en equipo. El baloncesto, el voleibol, el polo acuático, son eventos donde los equipos laboran juntos, pero aun detrás de cada deporte individual hay un equipo de apoyo que hace su parte para el éxito de uno o de una.

Unidos por un fin común, se alcanzan logros hasta el momento insospechados. Así lo pudimos ver en la película Invictus (2009), donde Morgan Freeman encarna a Nelson Mandela. El recién electo presidente de África del Sur, procura y logra, unificar al país a través de la victoria del equipo nacional de Rugby en la Copa Mundial del 1995.

Puerto Rico necesita que levantemos nuestras manos, que estén una al lado de la otra.”

Cuando existe voluntad, apoyo y visión se alcanzan grandes logros.

En la clausura de las Olimpiadas de este año pude ver una escena que me invitó a reflexionar. Las manos de diversos atletas se elevaron a lo alto, manos que representaban razas, géneros y eventos diferentes, se unían proclamando la victoria. Una de aquellas manos, apuntó hacia el infinito. Los que al principio eran desconocidos, ahora eran conocidos. Lo que comenzó como rivalidad concluyó con amistad.

El predicador del Eclesiastés observa que en la unión está la fuerza. Dos valen más que uno… y si tres unen sus fuerzas, ya no es fácil derrotarlos (4:9, 12b TLA). La unión le dio la victoria al equipo de Puerto Rico. De ellos aprendimos a celebrar los logros y esfuerzos de los demás.  También a apoyar a quienes no pudieron alcanzar alguna meta en su carácter de competidor individual.

Puerto Rico necesita que levantemos nuestras manos, que estén una al lado de la otra. Necesita un equipo compuesto por gente, organizaciones, iglesias, los sectores públicos y privados unidos por un fin común; compartiendo una visión de futuro, superando las barreras que nos separan porque de esta manera y con la ayuda de Dios, obtendremos mayores y más duraderos logros para el bien de nuestro país.